En este caso, el corazón de la fase larvaria de Drosophila melanogaster de unos siete días de edad. No es como el de los peces. En realidad es un tubo que recorre el dorso del animal, como en todos los insectos. La sangre tampoco es roja: no hay hemoglobina para el transporte de oxígeno. No es necesario. Unos tubos huecos, las tráqueas, que se ramifican por todo el cuerpo llevan el aire a todos los tejidos para posibilitar el intercambio de gases.
Al microscopio este tubo contráctil se continúa con la aorta que lleva la hemolinfa hacia la parte anterior del cuerpo de la larva. Aquí vemos latir a velocidad real el corazón situado en la zona posterior del cuerpo, flanqueado por dos gruesas traqueas. Conseguir filmar las células cardiacas, los miocitos, a unos 150 aumentos ha sido todo un logro. Eso es lo que se puede observar al final del clip.
