NORMALIZACIÓN DE LA MENTIRA
MARÍA ZAMBRANO
María Zambrano Alarcón fue una pensadora, filósofa y ensayista española. Su extensa obra, entre el compromiso cívico y el pensamiento poético, no fue reconocida en España hasta el último cuarto del siglo XX, tras un largo exilio. Nació en Vélez , Málaga el 22 de abril de 1904 y murió en Madrid el 6 de febrero del 1991.
Nos encontramos ante la construcción de un legado filosófico muy original, personal e impensable de haber permanecido la filósofa en España y no haberse exiliado; con todo es la gran desconocida de su generación para la mayor parte del público, porque sus escritos no llegaron con facilidad debido a la censura imperante durante la dictadura.
Se opuso al pensamiento único que se impuso durante los años treinta y cuarenta en España y Europa.
Fue una gran escritora y entre sus obras más destacadas encontramos:
- Horizonte del liberalismo (1930).
- Hacia un saber del alma (1934).
- Filosofía y poesía (1939).
- El pensamiento vivo de Séneca (1941).
- Hacia un saber sobre el alma (1950).
- Delirio y destino (escrito en 1953 y publicado en 1989).
- El hombre y lo divino (1.ª edición: 1955).
Algunas de sus obras fueron censuradas debido a que María Zambrano fue muy crítica con el pensamiento europeo de los siglos XVIII y XIX, el cartesianismo y el racionalismo que, según ella, condujeron a los desastres del XX. Su forma de pensar influyó mucho en su ritmo de vida. El exilio, para María Zambrano, fue un largo deambular de un país a otro. En España quedaron gran parte de sus escritos, notas y ensayos por acabar. Llegó a París para pasar a México, La Habana, Puerto Rico, Roma, París… El exilio le generó un sentimiento de abandono, de desposesión, de una identidad perdida reclamando rescate.
“Fui alguien que se quedó para siempre fuera y en vilo. Alguien que se quedó en un lugar donde nadie le pide ni le llama. Ser exiliado es ser devorado por la historia. Y su lugar es el desierto. Para no perderse, enajenarse, en el desierto hay que encerrar dentro de sí el desierto. Hay que adentrar, interiorizar el desierto en el alma, en la mente, en los sentidos mismo, aguzando el oído en detrimento de la vista para evitar los espejismos y escuchar las voces.”
“Los bienaventurados”

